La última crónica publicada me ha servido como enseñanza. Aunque el entusiasmo te embriague, no está de más ser sumarial en ocasiones. En las dos semanas en Sumatra he reunido anécdotas suficientes para amenizar varias reuniones con amigos, sin embargo, extender más el relato habría sido pecar de autocelebración.
 |
Torres Petronas. Foto obligada en Kuala Lumpur |
A pesar de todo, en este momento, desde el aeropuerto de Gatwick, Londres, casi al final de mi recorrido, agradezco haber reservado unos minutos diarios para la escritura durante el primer tramo del viaje. Ahora, puedo reconfirmar que los kilómetros y las anécdotas siguen una progresión geométrica, a medida que cambias de destino los episodios dignos de mención se multiplican.
Mi regreso a casa es lento, escalado, pleno de anécdotas y aeropuertos de enlace. Primera parada, la capital de Malasia. Esta antaño
confluencia fangosa, traducción literal de Kuala Lumpur, es hoy una megaurbe dotada de personalidad a base de edificios colosales y amplias avenidas al más puro estilo de los cómics de Frank Miller. Batman, Spiderman o el propio Clark Ken podrían habitar un loft en uno de estos rascacielos malayos y convertirlo en su Atalaya del Bien.
 |
Bali-Alicante-Guazamara. Cerca de 20.000 km para volver a casa |
 |
Metro de Kuala |
16.00 Hora local cuando aterrizamos. Faltan diez horas para el próximo vuelo. Segunda vez que piso esta terminal. En la anterior ocasión, no tuve tiempo más que para ir a la Estación Central al encuentro de Nacho y Nuria y salir a la carrera hacia Malaka. Hoy me lo tomo con tranquilidad. Mi propósito es retratarme frente a las Torres Petronas y ocupar el resto de mi tiempo paseando por la ciudad.
La red de transportes públicos es excepcional. Los enlaces fáciles y muy económicos. Sin apenas dificultades llego a KLCC (Kuala Lumpur City Centre), pues aquí adoran abreviar en siglas, creo que es más
cool. Mi idea era la de pagar los 20 euros que cuesta subir a lo alto de las Torres Petronas. Sin embargo, no llego a tiempo, acceso cerrado. Mi gozo en un pozo y las 80 ringgits (20 euros) en mi bolsillo. Las fotos son gratis y los bloques siguen ahí. Buscando la perspectiva perfecta me topo con una familia indonesia, precisamente de Sumatra, que se están retratando desde al menos 270 ángulos diferentes.
 |
La familia posa exultante ante las torres |
El fotógrafo entregado a su misión se arrastra por el suelo en la búsqueda de un encuadre global que incluya a los 20 miembros del clan y a su vez los 452 metros en que se elevan las gemelas torres malayas. Mi curiosidad por la postal activa la de ellos por mi persona. Al momento estoy charlando afablemente con uno de los benjamines de esta peculiar familia. El chico, guía turístico en Bali, es un enamorado de Vicente Amigo y del flamenco en sí.
La puesta de sol me brinda alguna otra bella postal. Continuando mi ruta por KL tomo de nuevo el metro para ir a Little India y la Plaza Merdeka (esto en Málaga no sería un lugar muy recomendable). La luz crepuscular en contraste con la iluminación artificial aún efervescente es el marco para las últimas fotos de mi odisea.
 |
Tampoco yo pude dejar de inmortalizar este momento |
Entre encuadre y disparo me encuentro con unos chicos, operarios del ayuntamiento, que retiran parte del mobiliario conmemorativo instalado por los festejos del Ramadán. Mi idea de retratar ese momento muta en otra bastante más lucrativa. La bandera que acababa de congelar con la cámara termina en mi mochila. El don de la palabra es a veces infinito, en esta ocasión no hubo necesidad de comprobar los límites, pues la buena voluntad de estos chavales estuvo a la vuelta de la esquina. Mi único souvenir reservado para el último momento.
 |
Monoplaza de la petrolera en una de las Torres |
Entre calle, esquina y paso de peatones anduve un rato más tratando de llegar a esa Pequeña India. En esa infructuosa búsqueda me topo con un chico paquistaní que se ofrece a ayudarme a cambio de conversación. En 3 minutos conozco al detalle el drama personal en que se encuentra. Médico en su país, expatriado ante la falta de oportunidades y sin permiso de trabajo ni reconocimiento profesional en Malasia está al borde de la desesperación.
 |
Centro financiero de Kuala |
En su único trabajo en los más de cuatro meses aquí no ha recibido la paga. Su jefe, un hindú. Por eso, se pregunta con ironía ¿qué se me ha perdido a mí en Little India? El paseo con Abdul da tiempo a que llegue una hora razonable para volver al aeropuerto. Aún queda mucho viaje y hay que mantener la energía que resta.
5.00 de la mañana. Hora local. 7 horas de vuelo y continúo en Asia. Aeropuerto de Dubai, punto obligado de enlace Asia-Europa desde la hegemonía de las compañías aéreas de los Emiratos por estas latitudes. Vuelos procedentes de Londres, Bangkok, Singapur, Paris, Madrid, Lagos, Casablanca, El Cairo...
 |
Torres Petronas |
No sé lo que ha pasado en estas tres horas, tan solo que mi saquito de dormir sigo cubriendo sus funciones.
The Artist es ya para mí una peli de culto junto a otras como
Ed Wood,
Qué bello es vivir o
Días de vino y rosas. Lo cierto es que en muchos momentos de esta aventura me he sentido como su protagonista, entendía mucho mejor a la gente obsevándola que escuchándola. Problemas con el idioma o quizá que tengan más que ver con nuestra capacidad de poner atención en esta sociedad ebria de imágenes instantáneas y ruidos artificiosos.
Gran filmoteca la de Fly Emirates y exquisita comida la de su menú. Estas siete horas se han pasado volando... ah, claro, no podía ser de otra forma.
¡Qué extraña forma tiene el tiempo de caminar cuando estás en tránsito! Parece que fue hace semanas cuando estaba en Bali, y a penas han transcurrido 30 horas desde que abandoné la isla.
Hasta Bali
Marco Polo de Bolsa
No hay comentarios:
Publicar un comentario