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Vistas de Krabi desde nuestro avión |
Bienvenidos a Krabi. Una provincia, situada al sur de Tailandia, que según la biblia Planet, es la región más bonita de Tailandia. Esta explosión de belleza natural, ha debido de producirse en los últimos 10 años, porque según la biblia Planet de la edición anterior (año 2000 aproximadamente), es una región inexistente en el país (ni siquiera aparece mencionada).
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Foto de archivo. La tensión no permitió captar el desembarco |
Bueno, quizá este olvido haya servido para que esta zona de la costa Tailandesa permanezca algo más “virgen” que otros lugares como Phuket o las conocidas Islas Phi Phi. Junto a éstas, forma parte de la costa del mar de Andamán, un paraíso natural caracterizado por sus imponentes formaciones kársticas, su mar color esmeralda, su arena blanca, su frondosa vegetación y sus múltiples Kho (Islas) y bahías recónditas. Todos estos atributos, nos convencieron para jugárnosla con el monzón (que tocaba en esta costa) y volar de Singapur hacia Krabi.
La región nos recibió con un cielo bastante cerrado, un suelo mojado y olor a lluvia recién caída. No obstante, el paisaje no nos decepcionó. Una explosión de belleza natural emergía de la tierra como misiles dispuestos a ser lanzados. O más bien, como “Panes de Azúcar” brasileños que se multiplicaban sobre una frondosa capa verde que los recubría completamente.
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Bellos bancos de arena se extienden formando penínsulas |
Al bajarnos del avión, todavía en el aeropuerto, volvimos a ver una típica estampa tailandesa que habíamos olvidado: grupos de mujeres, de dos empresas de transportes diferentes, llamando insistentemente nuestra atención con el gesto de agradecimiento tailandés (manos en posición de rezar y cabeza agachada). Lo cierto es que en esto ocasión tuvo gracia, porque los dos grupos competían por nosotros y movían la cabeza a una velocidad inusitada. Al final, nos decantamos por la empresa de autobuses. La de taxis se nos salía del presupuesto. Nuestro destino, Ralay, una bahía, accesible sólo en barco desde su vecina Ao Nang.
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El recorrido de hoy |
Como suele pasar en Tailandia, y está empezando a pasar en Camboya, la empresa a la que contratas el autobús, se las ingeniará, para llevarte a un sitio donde sólo puedes contratar el bote de un primo, amigo o una empresa de la familia. Si en el bar que te hacen esperar (que, por casualidad, es de otro primo) te tomas una coca cola, o patatitas o un plato de comida, mejor todavía. Para eso te dejan unos 30 minutos como mínimo. Con todos estos condicionantes, cogimos la única opción de barco que teníamos para llegar a nuestro destino: un bote de cola larga, barco de pesca tradicional tailandés, que se ha reconvertido en tuk tuk marítimo para transportar a turistas.
El viaje hasta Ralay, estimado en unos 15 tranquilos minutos, se convirtió en un movido paseo que bautizó a todos los recién llegados a la zona y a sus flamantes equipajes. El estado del mar, algo picado, ayudó, pero sobre todo fue obra de unos no muy sutiles conductores, que tenían prisa por llegar, descargar la mercancía europea, y volver a por más.
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El mar de Andamán |
Así lo hicieron literalmente, pero algo más alejados de la orilla de lo que habíamos imaginado. Con el agua por encima del codo, en mi caso, y por la cintura, en el caso de Roberto y Nacho, nos bajamos, nos terminamos de mojar y conseguimos (o más bien Roberto consiguió), transportar el equipaje a pulso y sin que se mojara más.
Bueno, con algunos cambios en el proceso, se cumplió nuestro propósito de la noche anterior: “a las 12 estamos ya pegándonos un baño en el mar de Andamán”.
El siguiente paso era llegar a nuestro hotel, reservado la madrugada anterior en Singapur y situado en Tonsai. Esta es, según las guías, una de las mejores playas de Ralay, por su espectacular paisaje, su ambiente joven, mochilero y algo hippie y el precio de sus alojamientos, más baratos que los de sus playas vecinas. Además, accesible a la mismas, “a través de un agradable paseo por la orilla cuando la marea baja”.
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