La desidia se ha apoderado de mí. Son ya 15 días sin hablar con el cuaderno. Al principio hacía responsable de la falta de compromiso con mis reflexiones a la rutina de estar por fin asentado en un lugar. Más tarde, encontré excusa en el cansancio de los largos baños en las aguas del Índico. Ahora, transcurridas esas dos semanas, creo que mi ausencia de los habituales post del blog está en la apatía del nómada. Son ya más de 40 noches desde que dejé la comodidad de mis sábanas y aunque el agotamiento no ha podido con mi cuerpo, sí ha congelado la frescura de la pluma, dejando el vacío en muchas páginas de este diario.
Nuestros paseos por el pueblo de Krui se convierten cada vez en una especie de pasacalles real, pero en lugar de ir agitando la mano como la entrañable madre del rey hacía, nosotros respondemos con un aló al incesante saludo que niños o mayores recitan casi tan de memoria como el Korán. El Hello Mister es la fórmula que usan, creo yo, como la manera de acercarse a estos extraños visitantes que llegan a su pueblo. Es simplemente una excusa, pues una vez que intentas extender esa relación más allá del Hola Señor no hay manera de continuar. Su manejo del inglés se queda ahí. Bueno, lo cierto es que conocen otras palabras. Algunos acompañan el Hello Mister con la coletilla Money, Money. Otros menos interesados preguntan: Come you From e incluso algunos manejan palabras en castellano, que no voy a reproducir, pero que con el hola y adiós suelen ser las que se aprenden en cada lengua.
A pesar de lo pintoresco e incluso simpático de la situación pues muchas veces te paran para fotografiarse, después de dos semanas se hace cansino, sobre todo cuando viene de los adolescentes, a los que se le adivina una amplia dosis de zumo de mala uva mezclado con pitorreo guasón. Y es que el Hello Mister te lo dicen hasta adelantándote cuando tú bastante tienes con ir sorteando los baches de la carretera.
Precisamente la motocicleta es un elemento de peso en las últimas vivencias. Como anotaba días atrás, conducir por aquí no es cual la expresión como andar en bicicleta. Baches, perros, jabalíes, ocas, lagartos, motos, niños, otros coches, todo son obstáculos inesperados en estas carreteras. La tensión se acumula de tal manera que cada músculo de tu cuerpo se mantiene congestionado mientras conduces. El capítulo más audaz de mi experiencia como piloto de 125 cc sucedió el tercer día en Sumatra. Después de que llegase Lucho, que se incorporó al surfari algo más tarde, nos fuimos de expedición a Karang Nimborg. La última luz de la tarde alumbró nuestro baño en Ombak Inda, una larga ola que abre de izquierda y sobre la que puedes cabalgar durante más de 200 m si la agarras al principio de la sección. Con la oscuridad de la noche avanza también la configuración de dificultad en la conducción Sumatera. Y es que el pilotaje aquí se convierte en un autentico motoarcade. Manejar el biciclo por la noche es como superar el último nivel de este particular out run con manillar. 45 minutos de pantalla con las dificultades antes apuntadas. Poca visibilidad, frenos mal reglados, y espectros que se cruzan en cualquier momento amenazando la duración de tu única moneda. A esa dureza de control de la situación se añaden las imágenes fantasmagóricas que se dibujan en tanto pasas por un pueblo en forma de figuras espectrales que resultan ser chicas con velo a la orilla de la carretera que se dirigen a la mezquita al grito amplificado del imán local, pues nos encontramos en pleno ramadán. Con ello, la noche es justamente el momento de mayor bullicio en cada población.
A pesar de todo, mi voluntad nunca ha llegado a doblegarse y sentía la obligación de ser fiel a su compañero de viaje.
Son muchas las cosas que he dejado de contar en las ultimas semanas en Krui, pero sí quiero, al menos, dejar testimonio de algunas anécdotas que reflejan, en parte, la estancia aquí. Una de las cosas que más sorpresa me ha provocado ha sido el enorme entusiasmo que despertamos en la población local.
Luis con Chancán y Rineo |
Este niño no tenía tal entusiasmo por los posados |
La niña posa con su hermanito junto a Luis y Eugenio |
Yo mismo circulando en motocicleta |
Precisamente la motocicleta es un elemento de peso en las últimas vivencias. Como anotaba días atrás, conducir por aquí no es cual la expresión como andar en bicicleta. Baches, perros, jabalíes, ocas, lagartos, motos, niños, otros coches, todo son obstáculos inesperados en estas carreteras. La tensión se acumula de tal manera que cada músculo de tu cuerpo se mantiene congestionado mientras conduces. El capítulo más audaz de mi experiencia como piloto de 125 cc sucedió el tercer día en Sumatra. Después de que llegase Lucho, que se incorporó al surfari algo más tarde, nos fuimos de expedición a Karang Nimborg. La última luz de la tarde alumbró nuestro baño en Ombak Inda, una larga ola que abre de izquierda y sobre la que puedes cabalgar durante más de 200 m si la agarras al principio de la sección. Con la oscuridad de la noche avanza también la configuración de dificultad en la conducción Sumatera. Y es que el pilotaje aquí se convierte en un autentico motoarcade. Manejar el biciclo por la noche es como superar el último nivel de este particular out run con manillar. 45 minutos de pantalla con las dificultades antes apuntadas. Poca visibilidad, frenos mal reglados, y espectros que se cruzan en cualquier momento amenazando la duración de tu única moneda. A esa dureza de control de la situación se añaden las imágenes fantasmagóricas que se dibujan en tanto pasas por un pueblo en forma de figuras espectrales que resultan ser chicas con velo a la orilla de la carretera que se dirigen a la mezquita al grito amplificado del imán local, pues nos encontramos en pleno ramadán. Con ello, la noche es justamente el momento de mayor bullicio en cada población.
Parada en un secret spot |
Entrada a Playa Junglosa |
Este quizá sea el momento más destacado de las distintas expediciones en motocicleta, casi siempre con Luis en busca de la ola desconocida. Así, esta infructuosa persecución del pico secreto ha traído consigo otros maravillosos descubrimientos. Por ejemplo la Playa Junglosa, como la bautizamos. Un larga cala arenosa a la que accedimos guiados por unos serviciales chicos del pueblo que escondía una onda poco lustrosa pero también una naturaleza descomunal que pude disfrutar a la vez que unos niños que estaban ahí pescando.
Otro día nos vimos obligados a hacer más de 50 km para poder conseguir dinero, ya que como dije otro día no había un cajero Visa. Ahora entiendo el sentido del anuncio de Master Card. Han sido más las exploraciones sobre ruedas, pero por el interés de este cuaderno no podría explicarlas todas.
En los numerosos días de Surfing ha habido tiempo todo: surfear, comer, dormir, surfear, comer, dormir, también para palpar los fondos de coral con estudios geodésicos corporales como atestiguan algunas marcas en mi piel y descubrir playas y costumbres.
Way Jambú, conocido en sus buenas sesiones como el Pipeline Indonesio, nos ofreció toda la fuerza de su rompiente y su carta de presentación en un día de fuerte mar. Aquello hizo que me tomase mi progresión con algo de calma. Después de un enorme revolcón agitado por toda la furia de la marea, decido salir a la orilla. Mientras Luis batalla con esa ola tubular yo me relajo en la playa con Berdi, un simpático local que se encarga de vigilar las pertenencias de los surfers y contemplo un día de pesca cualquiera en el poblado. Aqui no hay puertos ni lonjas. El dique lo marca la laja coralina y el pescado se vende directamente al peso o al volumen bajo los cocoteros que estilizan la orilla del mar. Me llama la atención especialmente una tortuga mutilada en parte, pero creo que prefiero quedarme sin saber como perdió dos de sus patas.
El cuaderno se alargaría perezosamente si quisiese contar todo lo que permanece guardado en mi memoria sobre estos días, pero si que no pueden quedar en el olvido de mis notas los actores que han dado color a esos recuerdos. Personajes entrañables, simpáticos, peseteros, cascarrabias, cenizos, chistosos, trapalillas, bonachones, todos a uno u otro lado de mis preferencias han sido imprescindibles en la redacción de estas reflexiones. A modo de reparto debajo doy algunas pinceladas de los que han sido miembros de esta coral.
Paisaje costero característico de Sumatra |
Los cocoteros acotan la orilla de cada playa |
Sergio de Portugalete, alias la Sergipedia, carismático y generoso en el verbo, sus relatos han amenizado algunos de mis mejores momentos en Krui.
Ruinas o el Telly Savalas de los Cristianos, un tinerfeño más cenizo que Tristón, el amigo de Leoncio.
Natxo Bascones, de Barakaldo, amigo de Sergio, tan grande como buena persona, era el autentico líder del Campamento Canarias en los días que coincidimos. Sus compañeros del archipiélago: Uriel, Richard y Néstor.
Los portugueses bodyboarders: solo hay una religión el bazookismo y Manuel Centeno es su profeta.
Los portugueses de la segunda camada, mucho más simpáticos que los sectarios, capitaneados por Esquivo o el Lute, un algarveño afincado en Madrid.
Sindicato Rinaldi, al que da nombre el dueño del campamento, un mafias local con su mujer Debbie y su cuñada Tobillos Mala Cara casada con Antonio Cambios de Humor a los fogones, que te servía los pancakes aliñados con cabello pero no de ángel precisamente.
Joshua el australiano y su novia alemana, el búlgaro de Baja California, un paisano de Stoichkov que parece más mexicano que los frijoles y su compi de surfaris Chris.
Del otro surfcamp me queda el recuerdo de Toni y Mikel de Barcelona, Nacho de Cádiz, bombero y excampeón de España de windsurfing, Juanpe de Tenerife, Jeremy neozelandés que vive en Margaret River (Aus), los australianos hooligans-puretas, Irma, Andy, Edy...
Tanbién en Karang Nimborg me queda el cariño por Iwan y su hermano, el gran Nanung, un shaper local que me ha facilitado la tabla, un tipo con un talante relajado que nos ha cautivado. Su taller de trabajo era un punto de visita habitual, hasta tal punto, que nos invitó a la fiesta de fin de año, que por aquí se celebra coincidiendo con la clausura del ramadán.
También del Kahuna Losmen me llevo la amistad de Eugenio. Su presentación debía ser aparte, un colega de profesión, gaditano que tiene todo el arte de su tierra. Sus historias, sus gestos, su gracia y su sabiduría han llenado los huecos que dejaban los baños de olas. Además, sus movimientos acharlotados aún permanecen en mi retina.
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Mapa de nuestro recorrido de hoy |
Cierro este sumario quincenal con mis room mates Chicho que sigue junto a mi en la ruta balinesa y Lucho, que se nos ha quedado, renunciando a Bali por un enorme swell que llega a Sumatra.
Toda convivencia tiene sus puntos discordantes, y alguno ha habido por aquí pero no hay entendimiento sin comunicación, por eso creo que el respeto y la libertad de elección de las voluntades debe ser siempre bien entendido. Estas últimas líneas quedan un poco fuera de contexto, pero estoy seguro que habrá quien las entienda.
Desde el aeropuerto de Jakarta
Marco Polo de Bolsa
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