Ayer, después de las no 16 horas que anotaba en mi crónica anterior sino 18 finalmente, llegué a Siem Reap a las 2 de la madrugada, destrozado y sin alojamiento asegurado.
Así, al bajar del autocar una legión de conductores de tuk tuk nos asaltó para conseguir una carrera y quizá una comisión en el guesthouse de turno. Yo, en principio, había acordado quedarme con los australianos. Sin embargo, tras llegar al hostal donde nos llevó uno de esos particulares taxis descubrí que no quedaban habitaciones y que la última, la de mis amigos no podía hacerse de tres como nos habían ofrecido.
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El taxista junto a uno de los muchos mutilados camboyanos |
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Policía camboyano a las puertas de Angko |
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La selva penetra en los cimientos del templo |
Con cara de idiota, me tuve que ir mandando a paseo al del tuk tuk que me había asegurado mi plaza y buscarme la vida por otro lado. A esa hora y por poco dinero nada bueno podías conseguir. Un cuarto de 6 dólares compartido con una decena de salamanquesas o geckos que al menos pagarían su cuota acabando con algún molesto mosquito.
Por la mañana y casi sin tiempo para descansar me levanté y quedé por wassups con Nacho para reunirnos en el desayuno. No sin problemas pude encontrarlos, o más bien ellos me encontraron a mí, pues Nacho me asaltó en medio de la calle mientras yo intentaba deducir lo que me indicaba su ubicación en el GPS del móvil.
Después de los abrazos y saludos pertinentes, contacté con un servicial conductor de tuk tuk que por 12 dólares nos haría el recorrido completo de un día por los templos.
La ciudad monumental de Angkor bien vale los 20 dólares de la entrada de un día. Nada más cruzar por la puerta de la ciudad el deslumbrante reflejo de su wat principal reflejado sobre las aguas del lago que lo circunda te hace reflexionar sobre la privilegiada visita que estás realizando. Ancestrales muros de piedra colocadas una sobre otra por las esforzadas manos de miles de fieles varios siglos atrás dan forma a este conjunto arquitectónico, una de las 7 maravillas del mundo. El misticismo de esta ciudad ha servido de marco de algunas grandes producciones de Hollywood como Tomb Raider y la simpática historia de Mowly en
El libro de la Selva.
Pero más allá de esta referencia cinematográfico en este párrafo añadiré un pequeño apunte para conocer algo más sobre el lugar.
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Paseando perplejo por las galerías |
Algunas guías dicen que fue el portugués Da Magdalena en el siglo XVI el primero que vislumbró las maravillas del Imperio Khmer (civilización que edificó este asentamiento) para Europa. Sin embargo, otros apuntas a un descubrimiento más reciente, siglo XIX, atribuido a los franceses que explotaron comercialmente las riquezas de Indochina por algún tiempo. Aunque realmente, los primeros que le sacaron partido a estas ruinas fueron los monjes budistas de Sri Lanka que adaptaron los símbolos del hinduismo a sus propias creencias.Después de este paseo histórico, vuelvo a la realidad de mi día a día para hablar de otra de las anécdotas que dan titulo a este episodio del cuaderno.
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Nacho, muy documentado, nos habla de Angkor |
Tras ponernos a refugio de la lluvia bajo las piedras ancestrales, continuamos con el recorrido final de la visita y unos niños con cara de ángel pero una curtida experiencia en sus cortas vidas nos llevaron marcando el paso durante más de diez minutos. El objetivo de su entrañable compañía no era otro que ofrecernos su mercancía muy insistentemente. La verdad, yo no opuse mucha resistencia, al minuto ya había comprado dos flautas que no sé que haré con ellas. No sé si me hice con esos instrumentos por compasión o por deshacerme de aquellos angelitos, pero seguro que lo segundo no lo conseguí. Mi adquisición sirvió de acicate a otra niña que entendió nuestra procedencia y a partir de entonces prosiguió su labor comercial en un español más que correcto y muy gracioso. Aún resuena en mi cabeza la frase que más repetía la niña: siete (pulseras) fro un dólar señor, siete fro un dólar... No money go to school!
Una lástima, pero esta actividad casi de mendigaje se ha convertido en algo lucrativo para los infantes, que dada la rentabilidad de su actividad si que realmente dejan de ir al colegio para dedicar a ello su tiempo.
El día siguió sin muchas más actividades que comenzar.
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Guerrero jemer |
Bueno sí, que después de una siesta que ya iba necesitando me levanté y fui a lavarme la cara en una especie de fregadero que cuando fui a cerrar el grifo me quedé literalmente con él en las manos y me empezó a saltar agua a chorro desde la pared.
Así durante dos o tres minutos, hasta que di con la llave general y lo corté.
Con esta anécdota pasada por agua y el paseo nocturno junto con Nacho y Nuria por el concurrido mercado de Siem Reap cierro el capítulo de hoy.
Hasta mañana
MPdB
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