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¡Pasajeros al bote! |
Ayer cerraba hablando de mis compañeros de travesía. En la cena, además de con Thomas y Baptiste, entablé una buena relación con dos chicos de Melbourne con los que al cabo de un rato estábamos ya haciendo un botellón en el bonito jardín de nuestro hotel. A esta reunión se fueron añadiendo otros viajeros, entre ellos un numeroso grupo de irlandeses, muy típicos, que terminaron con toda la cerveza de Chiang Khong.
Noches gloriosas, mañanitas penosas... Como me parece que dice Juanico. Sí, hoy resaca y encima toca estar fresco para cruzar la frontera, hacerse la visa para entrar a Laos y un viaje de más de 7 horas por el río Mekong, frontera natural entre Tailandia, Myanmar y Laos.
Nuestro medio de transporte es una especie de barcaza de unos 100 pasajeros de capacidad que por dentro es una mezcla entre un tren y un autobús.
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Barcos de pasajeros atracados en puerto |
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Cola para sellar el visado de entrada a Laos |
Hoy se volvía a repetir esa sensación de la que hablaba ayer, la de estar en medio de un viaje sin fin, en el que el tiempo no se mide en minutos ni en horas, como estamos acostumbrados, para saber cuanto falta para llegar, sino en días. Por eso, me tomaba con mucha calma la travesía, pensando que cada minuto que pasaba era uno menos para
disfrutar y no uno para alcanzar el destino. En el bote, los irlandeses a lo suyo, se instalaron en la parte trasera
como nosotros cuando éramos pequeños en el autocar y empezaron a dar
buena cuenta de la carga que habían puesto en una nevera que adquirieron
poco antes de zarpar.
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Leer es un buen pasatiempo |
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Vistas del Mekong desde una de las bordas |
Por mi parte, me entretuve contemplando el paisaje, hablando con Thomas, Baptiste, los australianos, ojeando la guía de lonely planet para preparar los próximos planes e incluso tuve tiempo de rellenar mi crónica del día anterior y sestear un poco.
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En el mapa el recorrido completo de nuestra travesía. Chiang Khong-Pak Beng- Luang Prabang |
Precisamente, al despertar me encontré con Thomas que me dijo
de subirnos al techo de la barcaza, donde estaban un inglés

con pinta de haber vivido ya lo suyo y un tipo duro australiano que podía salir de la peli
La tormenta perfecta, al parecer un antiguo marinero bastante curtido ya. Buaf, la sensación desde allí arriba era otra, el aire en la cara, un horizonte abierto de par en par, cuya linea de divergencia era el río Mekong, la jungla haciendo de cortina de esa panorámica...
Esa fue la última sensación y el mejor recuerdo que conservi de esta primera jornada de travesía.
Ya en puerto, en la localidad de Pak Beng decenas de lugareños nos recibieron como quien espera ansioso la paga mensual para poder afrontar sus pagos. Así, sin mucha insistencia nos dejamos convencer por un joven pakero (si tomamos como valido este gentilicio) que nos condujo a su hotel. Ciertamente no estaba mal por 2 euros la noche. Además, el tipo empezó a ofrecer de todo lo que se puede y no se puede contar... En fin, qué os voy a decir...yo con la habitación y el wifi tuve bastante.
Así, me instalé en mi cuarto junto con los Thomas y Baptiste que se ofrecieron a compartir y salimos a cenar.
La cena no tuvo mucha más historia, el servicio fue muy, muy lento, pero su amabilidad fue directamente proporcional a su tranquilidad a la hora de servirnos, curiosa contradicción.
Así, con esa misma relajación caí anoche rendido en la cama.
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