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-¿Me subes? -Ya somos dos |
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Esta mañana nos hemos levantado con ganas de aprovechar el día. Para ello, es preciso un buen desayuno, aunque las costumbres españolas tiran mucho, y por eso nos ponemos a buscar un lugar donde al menos podamos tomar pan y café. No muy lejos del guesthouse, el Happy11, llama nuestra atención un restaurante muy concurrido, pero eso sí, la clientela, de Phom Penh de toda la vida. Pero si una cosa nos atrajo la curiosidad
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Phnom Penh casuals |
fue ver un par de churros sobre la mesa. Eso terminó de convencernos. Además, entre la extrañeza general del personal de servicio y algunos clientes, el encargado del local vino directamente a atendernos, pues era el único que manejaba con soltura la lengua de Shakespeare.
Con esa atención personalizada nos prepararon un desayuno a la carta. Amén de los churritos, yo monté un bocata de tortilla francesa con rodajitas de tomate que me supo a gloria.
Contentos nuestros estómagos, fuimos a pasear por la avenida que llevaba al palacio real. Una vez allí, nos dijeron que estaba cerrado, abriría a las 14. La siguiente opción era visitar los campos de exterminio (killing fields) dónde el inhumano régimen de los jemeres rojos acabó con la vida de cerca de 2 millones de hombres, mujeres y niños con el fin de establecer una sociedad comunista opuesta a cualquier tipo de progreso en el país.
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Espeluznante imagen en recuerdo a las víctimas. Killing Fields |
Una represión en la que el simple hecho de llevar gafas era una muestra de intelectualidad que traía consigo una ejecución segura. Los niños y recién nacidos a su vez eran aniquilados para así evitar futuras represalias frente a los ejecutores.
Después de acerarnos a este crudo e inhumano capítulo de la historia reciente del país, volvimos con nuestro conductor de tuk tuk, un simpático taxista que llevaba un gorro del Machu Pichu que nos hizo mucha gracia. Por el camino, improvisamos y decidimos tomar el almuerzo en una panadería que vimos a la orilla de la carretera. Allí, nos pusimos morados e invitamos al mencionado tipo del gorro.
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Pulseras para los niños asesinados |
De vuelta a la ciudad, regresamos al Palacio Real con el objetivo de visitarlo por dentro. En la puerta coincidimos con dos chicas francesas, Chloe y Heloise, que habíamos conocido en Angkor Wat. Laia y yo, preferimos ahorrarnos los 5 euros de la entrada y fuimos a tomar una cerveza. Nacho, Nuria y las francesas sí entraron.
A la salida del Palacio Real coincidimos todos una vez más y quedamos en ir a cenar juntos. El sitio, lo descubrimos nosotros poco después. En la búsqueda de un hotel mejor, nos pateamos buena parte de esa zona de la ciudad y por allí un penetrante olor a carne asada y lo pintoresco de ese mismo lugar nos convencieron para volver más tarde.
La cena fue muy divertida, y sobre todo muy internacional. Tan pronto hablábamos en inglés, algo de francés, mucho español como a veces intentábamos comunicar con gestos y las dos palabras en camboyano que manejamos nuestras peticiones al camarero, un niño de 10 años que parecía el manager del lugar y que entendía perfectamente todo lo que le pedíamos. Sin embargo, nosotros, especialmente yo, nos esforzábamos por repetirlo una y otra vez.
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Fosa común en el Museo del Genocidio |
La verdad es que el chico no era muy expresivo aunque sí eficiente.
La cena se acabó y todos regresamos al hotel. Las francesas al suyo y Laia con ellas, pues tenia que tomar el bus nocturno con destino Sihanoukville y la isla de Kho Ron, por lo que nos contó una paradisiaca isla camboyana en el Mar de la China Meridional.
Un día más, muchas anécdotas para el recuerdo y una nueva ocasión para decir hasta mañana
MPdB
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